Día 1 - Llegada a Copenhague
Llegamos a Copenhague una tarde estupenda de septiembre. Tras encontrar el apartamento donde nos íbamos a alojar, hicimos la primera toma de contacto con la ciudad.
El estilo de vida danés es bastante tranquilo, sobre todo en las ciudades pequeñas y pueblos.
En una ciudad grande como Copenhague la vida transcurre de una forma un poco más rápida, pero en general podríamos decir que es un estilo de vida típico de los países nórdicos.
La bicicleta es un medio de transporte universal en Dinamarca.
La gente en la ciudad sale del trabajo en bicicleta, tienen carriles bici y hasta sus propios semáforos sincronizados con los coches.
Para poder llevar a los más pequeños existe este medio de transporte particular que resulta bastante curioso.
Desde luego, allí todo el mundo tiene que tener el corazón en perfecto funcionamiento :)
Llegamos a la plaza donde está el Ayuntamiento de Copenhague (Københavns Rådhus).
La torre es el ‘Big-Ben’ de Copenhague, por la noche está iluminado y se ve desde muchos puntos de la ciudad.
Todo el edificio está adornado con figuras mitológicas con formas de serpientes y dragones. Estos “dragoncitos” están por ejemplo alrededor del Ayuntamiento.
También la estatua de Andersen que está allí mismo, junto a la Radhuspladsen, y es donde casi todos los turistas se inmortalizan.
Hans Christian Andersen forma parte de la cultura danesa y hay símbolos en casi cada rincón de Dinamarca.
Como llegamos por la tarde, con la poca luz que nos quedaba, sólo nos dio tiempo a dar un paseo por el centro de Copenhague y sus calles peatonales, conocidas como Strøget .
No está permitido el paso a coches y bicicletas, con lo que pasear o tomar un café en sus terrazas resulta bastante agradable.
Para terminar esta primera jornada, cenamos en el Café Norden, situado junto a la plaza de Amagertorv, acompañando la cena (una exquisita ensalada de pasta, melón, higos y piña) con unas buenas Carlsbergs.
El principal problema fue descifrar la carta, escrita en un perfecto danés :)